Nación Güegüence

Una pizarra de expresión de opiniones y sentimientos personales sobre lo que acontece en Nicaragua y lo relacionado con ella.

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Nombre: Luciano Cuadra
Ubicación: Afghanistan

domingo, septiembre 04, 2005

Nicaragua duele

Por fin se oficializó lo que por tanto tiempo fue un simple rumor con fuertes rasgos de verdad. Con la decisión tomada recientemente por la Corte de la Suprema inJusticia la vulgaridad y el descaro han consumado su matrimonio sin poder señalar quién es quién porque los participantes son ahora una sola entidad. Amalgamados. Así, de la misma manera como se confunden las negras aguas que emergen de las arterias íntimas y subterráneas de nuestra Capital con las propias y limpias del Xolotlán. Fétida expresión del imperante desequilibrio eco político.
En Nicaragua, escribir para denunciar este atentado contra nuestra existencia republicana es una actividad masoquista que ejercitamos todos los días. Lo hacemos sabiendo que esto difícilmente (aunque no totalmente imposible) detendrá la marcha de quienes han decidido revolcarse en el fango de lo obsceno a cambio de un pedacito de trabajo estatal, pero insistimos en ello.
Por lo menos algo bueno deberá resultar de esta última acción pactera. Quizá sea, el convencernos que no serán insípidas palabras las que lograrán reducir la marcha de los bárbaros que pisotean el suelo nacional. Nuestro suelo. ¿Hasta cuándo vamos a reaccionar? Nada parece quedar de lo enseñado por quienes nos precedieron. Diriangén y Nicaragua actuaron en su momento, cada uno a su manera. Igual hicieron democráticos y legitimistas contra Walker. Sandino mismo levantó su voz y su machete contra la iniquidad y la traición.
No se trata de llamar a la violencia, aunque la actitud mefistofélica de la claque pactista arrincona a la población dejando muy poco espacio a la esperanza, lo cual podría no permitir otra salida a los nicaragüenses que la de expresar la ira popular ya vivida en carne propia por algunos políticos de rapiña unos veinte y tantos años atrás. Tampoco se pretende convertir esta tarea en una defensa del presidente, sino la de respetar las leyes y al deseo popular que lo eligió para un período determinado. Atentar contra la estabilidad del Ejecutivo, es hacerlo contra la mayoría de los nicaragüenses.
El exigir respeto a nuestros derechos políticos y a convivir en un régimen social decente y en paz, no puede ser catalogado como incitación a la violencia; más sí lo es el amenazar con expulsar al presidente con el respaldo de cien mil personas, tal como lo hiciera recientemente un magistrado, pareciendo obviar que somos cinco millones de ciudadanos en esta aldea llamada Nicaragua.
Al final de cuentas, si decidimos actuar deberá ser por amor propio. También sería porque queremos heredar a nuestros hijos una nación limpia que inspire orgullo y satisfacción. Poner fin a la cultura de corrupción empotrada en las cúpulas de poder no es problema de sectarismo político ni de clases sociales. Es asunto de dignidad nacional.
A las 12 de la noche en punto, mientras me dispongo a cerrar este escrito, llegan a mi memoria las palabras del primo y poeta Cajina-Vega: “Todo en Nicaragua me duele.”